martes, diciembre 26, 2006

Lady in Red (2).

Y crucé, y me encontré con la nada. La antigua y artificial luminosidad que había invadido los pulcros cuartos anteriores iba desvaneciéndose, poco a poco, pero tan rápido que cuando la puerta se cerró, todo quedó en la más anómica oscuridad. No corría viento en aquella habitación: no habían olores, no había movimiento, no había nada. El espacio (o el tiempo, tal vez) se había deformado hasta tal punto que había perdido cualquier tipo de forma; parecía como si mi conciencia flotara, etérea, en un yermo desterrado de imágenes, sonidos o cosas... no sabría como describir lo que sería indescriptible, pero la soledad, creo, es lo más cercano a mi incertidumbre errante en aquella oscura habitación. Claro que las abstracciones, las tautologías con las que tanto se atontan los filósofos, quedaron completamente obsoletas cuando se encendieron las luces.

No me había dado cuenta hasta entonces pero al parecer muy cercanos a mis pies crecían unos pequeños focos -unas bombillas redondas como del tamaño de una mano y de lo más simpáticas- que comenzaron a encenderse y a soplar una débil luz amarillenta, describiendo así las aristas e intersecciones del pasillo en el que me encontraba. Estas luces, un tanto mortecinas, no llegaban a mostrar claramente el techo y con suerte alcanzaban a permitirme no tropezar mientras daba algunos pasos hacia delante; al menos podía ver mis pies y mis manos. El camino, así, resultaba un tanto fantástico con esas luciérnagas al borde del camino y yo avanzando bajo un techo con luna nueva, sin saber a dónde me dirigía y un poco más escéptico y asombrado con cada paso que daba.

Un paréntesis.

En algún viejo continente, perdido y olvidado, se dice que el mundo es oscuridad. La esencia básica de todo lo que nos rodea es ese incandescente negro que, aunque si bien las sombras no tienen colores, podría hacerse una aproximación. Este negro, esta sombra, piénsenlo un segundo como el silencio, piénsenla como la oscuridad, piénsenla como un secreto. Un gran secreto. El problema es que para que algo sea un secreto alguien tiene que contarlo; una mentira sólo puede ser mentira entre dos verdades, oponiéndose a la verdad que oculta y antecediendo a la verdad que vendrá. Con el secreto sucede lo mismo: todo es un gran secreto, incognoscible, espectralmente inexistente, pero para poder ser calificado como secreto debe existir alguien que lo cuente, alguien que lo denuncie, alguien que lo revele. Sin embargo, falta una tercera parte. En esta coda, es necesario que aquel que revela, vuelva a encapsularse con el secreto; las notas musicales no sólo no se disfrutarían si fuesen eternas, sino que tienen sentido porque están abrazadas por el silencio. A esto los escritores lo llaman el final; es cuando un libro se cierra, dispuesto a volver a abrirse, cada vez que se lo necesite. Las mentes se oponen a la eternidad, les gusta el conflicto, aman la intermitencia, aman tanto la risa como el llanto, el primero porque los hace llorar y el segundo porque los hace reír. Así, el trabajo más penoso siempre será el de los héroes de las historias, el de los grandes hombres, que una vez que han triunfado deben humillarse a sí mismos, involucionar, deben oponerse a su propia experiencia para dar lugar a una nueva revelación y una nueva caída, y así para siempre la dialéctica sin fin. Deben cerrar el ciclo para que usted, lector, quede satisfecho con lo que acaba de leer, placentero y con una sonrisa (o tal vez unas lágrimas ficticias) al haber llegado al fin. Y una y otra vez abrirá el libro y me verá caminar, y me verá llorar, y me verá morir, y me verá volver a caminar. Usted tiene un final, es capaz de cerrar
los ciclos, es capaz de librarse de la artificialidad.

Cierro paréntesis.

Y yo estaba caminando por allí y llegué de nuevo a la puerta. Lentamente la abrí y me encontré en el salón de antes, blanco, junto a los vasos, blancos, y bajé las escaleras. Los escalones parecían más que antes, porque estaba más cansado o porque los había contado mal. Mi mente estaba en otra parte: pensando en la conferencia intrascendental para la línea y en el frívolo invierno que había comenzado a nevar y a llenar de blanco las nubes, la tierra, el sol. Y allí, casi desnuda en medio de la blancura de lo que antes era una ciudad, la vi, sonriéndome tras el ventanado portón. Su carmín escarlata reflejaba a besos eternos y su viva desnudez me incitaba, me llamaba a los gritos a acercarme. Mis botas se hundían en la nieve y me costaba un gran esfuerzo cada paso que daba; la necesitaba pero me daba la impresión de que con cada paso avanzaba más lento

Estaba ya a punto de arrojarme, a unos pocos metros de distancia, cuando de la nada una implacable bala la atravesó, a la altura del pecho, y la sangre comenzó a brotar de la herida. Ríos brotaban, ríos que tiñeron la nieve de un escarlata que olía a mi desesperación, un escarlata que sabía a una sádica venganza. Ahí venía Él a matar mi única esperanza... Y el vaso con las pastillas y la droga dejó de hacer efecto...

La blanca salita acolchada volvía a mi cabeza y me estaba impacientando. Los terribles recuerdos, el asalto, la carnicería, se hacían más claros a medida que el sedante me abandonaba. No lo soporto más, no lo soporto más. Desde que aquella mujer murió, en mis manos, estos sueños son cada vez más recurrentes, ¡y yo nunca quise hacer eso! Mi familia, mis amigos, ¡yo la amaba! Tal vez algún día alguno entienda que en verdad no es que estoy loco, no, no, no, no estoy para nada loco ¿podrá entender alguna vez mi amada que esa no era mi intención? ¿podré contarle a alguien que lo que hice fue por verdadero amor? Pareciese como si las acciones de un hombre se le pueden dar vuelta en un segundo, y un segundo puede condenarlo a la soledad, y hasta la muerte...

Estos sueños son en parte de aquí, y aquí me permito una lección, lector: ¿te gusta entender? ¿te gustan los giros dramáticos? ¿te gustan las historias atrapantes? Pues has sido engañado de nuevo, porque yo he encontrado una salida –a la eternidad-, me he librado de estas cadenas, y tu te quedarás para siempre encerrado, en tu triste cabeza, reflexionando y reflexionando, sin saber jamás nunca que fue...

martes, diciembre 19, 2006

El Ciclo Lunar.

Resuenan las pisadas
de una deseada revolución:
impiadosos los fantasmas
los que la atrincheran
y la persiguen, mas
en bandejas azules, verdes y doradas,
navegan las fuerzas
de la violencia del leviatán.
Mecanizadas fauces,
al aire, al niño, al hombre,
no aguardan a devorar.

El sol anochece, la luna amanece,
un viento encrudece el alma
de lo que se mantienen de pie,
y las balas dejan anillos
se aferran suspiros rojos,
y los disparos vuelven como un imán.

Las mujeres de hielo quiebran
sus ojos,
el dolor no le abre la puerta
a la piedad,
la muerte huele muerte,
y su baba escarlata
sobre la tierra chorrea.
Los lagos crecen oscuros,
infinitos, eternos y sin regreso,
los parias naufragan,
sin saber qué quedó atrás.

Todo ya concluye,
silenciosas campanadas
dibujan la coda fatal.
Y una y otra vez,
y una y otra vez,
y una y otra vez,
todo vuelve a empezar.

domingo, diciembre 17, 2006

Balada de un gallo sin voz.

Como quien dice...
disfruta el silencio
porque es todo lo que resta
y todo lo que tendremos

Como quien dice...
abraza el olvido
porque no quedan más rincones
donde encontrarnos vivos

Como quien dice...
ayuna de besos,alas, y llamas,
Solo quedan los huesos,
y un sol sin mañana.

Como quien dice...
ahí va un ave solitaria,
que ni con su canto consuela,
a la tristeza de las guitarras.

Como quien dice...
la vida es tan breve (Victoria),
el mundo se detiene, siempre,
antes de que el gallo cante.

viernes, diciembre 08, 2006

Lady in red.

El otro día la conocí. Llevábamos siglos perdidos, entre lujuria artificial y vergüenza, flotando entre anillos y anillos, deshechos y olvidados de nosotros mismos.

Habrá sido un día soleado (¿o acaso nublado?), en esas tardes donde la primavera juega a no estar, y los guantes nos alejan de lo inmediatamente real, cuando los sentidos se echan un paso para atrás y los paraguas afloran frívolos (probablemente haya estado nublado pues). El frío mostraba esas mecánicas mandíbulas y sonreía.

Hago aquí un punto y aparte para dar abrirles mi maletín mental y pedirles perdón por ser tan recurrente en el impreciso y desarraigado uso del condicional subjuntivado, pero todo mi pasado ya me estoy dando cuenta, está condenado para siempre a encadenar a mi futuro, que será siempre mi pasado.

La cuestión es que sería yo uno de esos pobres indios que vagan sin norte ni tierra, tan desamparados, inventando muecas para sobrevivir a este tremendo jardín de apatía indiferencial (¡gran pique-nique de manzanas verdes y bombines!), donde actualmente me encontraba. Alguno de ellos, pelado, además de encerdecido -y es probable que con una postura inverosímilmente recta- me invitaría a una convención de esas donde se explica nada y se entiende aún menos. Cruzando algunas palabras con el hombre (¿o mujer?):

- Acérquese, pruebe un poco de los nuevos conocimientos que le ofrecemos. Le advierto, no es apta para individuos cohibidos producto de la sistematicidad de sus valores y el encadenamiento a antiguos conceptos total y absolutamente carentes de articulación real, objeto de una subjetivización emocional y antagónicos de cualquier tipo de verdad.

Estupefacto, y sin terminar de comprender lo que para mí eran palabras vacías, caminé unas cuadras hasta llegar a aquel extraño lugar. Sin embargo, olvidé que la extrañeza era en este mundo algo tan utópico, tan revolucionariamente imposible, que era absurdo pensar que habitase detrás de ese ventaneado portón. Atravesé el umbral y miré a ambos lados: una absoluto orden guardaba la soledad de las dos alas que se abrían a mi lado. Blanco, enloquecedoramente blanco. El piso, las paredes, hasta el techo (¿qué importa el color del techo si aun así nadie mira para arriba?) estaban pintados con la intención, quizá, de dar una sensación de armonía y bienestar, de comodidad. Encaré hacia las escaleras –ya que no había mucho más que ver en la hipnótica austeridad del blanco salón- y subí los treinta o cuarenta peldaños que me alejaban de aquella convención. Arriba, ya, sólo encontré una puerta (blanca) y una especie de bidón, con miles de vasos tirados en un pequeño cesto que había al lado. No sé con certeza cuantos habrán sido, tal vez doscientos, tal vez, trescientos... trescientos vasos (blancos, claro) amontonados dentro de un ínfimo cesto de basura, que casi quedaba chico para el volumen de vasos “descartables”.

Para hacer la cosa corta, atravesé la puerta y llegué a un tercer salón.

domingo, diciembre 03, 2006

Obscuras golondrinas.

Son las golondrinas
las que sobrevuelan mi canto.
Los cuervos sin costillas
los que aparean mis ratos.

Soy la dulce amargura
desde el Norte,
y la bastarda verdad
desde el Sur.

Intento comer fortunas,
de momentos pasados,
vomitando lamentos
escritos en braile.

El lejano mar.
Nunca jamás.

Sin poder naufragar.

viernes, diciembre 01, 2006

Les yeux (qui ne voyent rien).

Ven.

De lo alto
de las nubes
de los vientos
de los tiempos
del instante
del momento
del estar
del ser
del anhelo
de la esperanza

del luto de Morfeo
de la última llamada
de la nada
del bye bye
del olvido

del déjà vu
del cariño
del amor

de la rabia
del corazón
de la sangre
de mi cuerpo
de tu cuerpo
de tu piel
de tus pechos
de tu esencia
de tus velos
de tus labios
de tus dedos
de tu intento
de encontrarme

pero yo,
ya,
no tengo ojos
ni para ti,
ni para nadie.

Se los llevó el viento.

jueves, noviembre 23, 2006

Venus sinmigo (1).

Una duda enloquece...
en cada corazón.

La catársis de los puñales,
con los Romeos ideales,
resultó ser una satirización.
Ahora Julieta está desempleada
y a punto de caer por el balcón.

¡Botellas vacías lapidan,
entre suspiros de robot,
los tortolos plásticos, y
las rosadas margaritas
que nunca dicen que no!

¿Quién te dijo que existía el amor?
Raciones, gotas,
restos y sobras,
estribillos y estrellas,
que la televisión inventó.

sábado, noviembre 18, 2006

De desiertos sin praderas.

Una canción de mi tierra,
sobre el polvo de sus rostros,
naufragos de descascaradas dunas.
Son una melodía, en un bosque de piedra,
a los que el tiempo se acordó de borrar.
No hay más que oscuridad,
en el ojo izquierdo de la mirada,
una perdida reencarnación,
que vaga sin valor ajeno,
y que de a poco pierde todo su valor.

A veces, el fuego se anima a encenderse,
pero no debe pudrirse
en la promesa de un cielo,
no debe alimentarse del futuro,
que siempre estará embarazado del pasado.
Nuestra avaricia es tan ciega,
no nos damos cuenta,
al beber nuestra propia carne,
al derramar nuestra propia sangre.

sábado, noviembre 11, 2006

Chomolungma.

Había una montaña infinita frente a mis ojos.
Estaban las nieves que trepaban buscando consuelo,
como yo, en los cielos,
cerca, pájaros que soñaban volar tan lejos y tan alto,
pálidas nubes, y la escarcha del viento,
un hombre rengueaba hacia la punta del destierro.

Él estaba amordazado de angustia y caminaba por aquella montaña
leyendo epitafios en la nieve. Donde se abandonan los amores,
el Oblitterator reina, corrige y manda.

Arriba, conoció a un niño puro perdido en medio de un tan espantoso silencio, que no conocía ni su nombre. Lloraba por las heridas espantosas revoluciones, trompetas difuntas y muchachas desenamoradas. Los naufragos morían sin saber siquiera si alguien algún día los encontraría en cualquier lugar...

La primavera no se atreve a poner un pie en el Chomolungma, y las almas de los parias están desnudas en la inmensidad de la nada, se arrepienten los ojos de sus miradas. Los espectros devoran fantasmas. Lágrimas de hielo, latidos sin calor, cuerpos inmóviles; estalagmitas que flagelan en el mundo sin melodía ni sol.

Y cuando pensó que estaba a punto de salir, se encontró, en el hielo reflejado... él y yo,

pero ya éramos nadie.

domingo, octubre 29, 2006

Lluvia de primavera.

La rompiente bañaba hasta la vereda. El corazón de la luna no daba relevos, se entretenía sobre una única sombra, a la que le pasaron la bolsa de Atlas. Y camina la voz, lenta, pausada, oscila como un péndulo entre suspiro y latido. Lento. Atrás se figura un amanecer, se van escuchando las pisadas que se apoyan sobre el poniente, el rimel le da pinceladas al horizonte, se aclara la garganta algún pájaro. Adelante, la mirada se fija en otro lado, y sólo ven los ojos rojos del los amantes, como el ocaso que afila sus navajas; agua que brota, agua que quema, agua que no es más agua sino tierra. Y te entierra. La lluvia que bebemos es ácida; el relampagueo que no te hace mover el cuerpo: te parte el corazón ¡y el silencio te hace mierda!

Pero se escuchan unos pasos. Ni vos, ni yo, ni nadie. Todos estamos inmóviles, todos excepto el viento que nos tira abajo la puerta, y te señala, y te llama. Una alfombra de babas rojas zigzaguea hasta la entrada, y la rompiente abre el techo. La nieve roja que nos rodea ahora me entierra, y mis ojos te traicionan, y se me congelan todas las muecas.


¿Quién hubiese dicho que moriría en la nieve?

¿hay acaso un final feliz para las hierbas que sobreviven entre adoquines?

¡Y tiemblan tanto los árboles en invierno! Pero cuanto más tristes son aquellos que se cercenan... bailando hasta el poniente, las hojas de la arcaica primavera.

jueves, octubre 12, 2006

Destiny.

And now you are alone my friend
And I must set you free
And you must face the world outside
And find your destiny

lunes, octubre 09, 2006

The silent sky.

Tengo que quemar el cielo.
Furia, rabia,
latidos de emancipación,
liberarme, revolución.
como el rojo y aliento,
bebo sangre y sudor.

Y aparte, punto.
(aquí, corazón,
adiós,
no hay perdón,
el sentido se escapó,
las margaritas me dijeron que no,
la crudeza de la mediocridad,
dolores donde el bisturí no puede llegar)

Hiberna Dios, ¡tengo que quemar el cielo!
los frívoles adoquines que me tienen de varón,
no me dejan dormir, no me dejan soñar.
Alguna vez un anciano medio vivo,
dijo que lo onírico solo se encuentra
fuera del vaso, más allá del bien y el mal,
más allá del templo de telarañas,
que es su ciudad, su arma real.
Y hay un techo para el superman,
que quiere intentar volar.

Su sinsentido, de vivir,
morir, sobrevivir, amar,
confiar, alimentarse de la verdad,
de la esperanza, del dolor,
de la necesidad.

Tu corazón no se puede escapar,
pero se cree un hada,
¡que se cree especial!
y no se da cuenta de tu rol
de mosca de asfalto y alquitrán.

¡Quememos el cielo!
Destripemos esa artificial seguridad,
instrumento de su risa y bienestar,
carcel para nuestro vivir,
para nuestra mirada,
para nuestra verdad.

sábado, septiembre 30, 2006

Sin título.

Espero que haya alguna primavera
esperándome del otro lado de cada puerta,
alguna princesa de Etiopía que se aleje
con cada paso que doy,
que nunca lapide esa rabia del corazón.

Pero algún árbol me debe estar buscando,
y me confiscará el refugio de las aterciopeladas hojas del viento,
y me encontrará cuando sea mi hora de crecer,
quisiera....

Que no me encontrase jamás.

miércoles, septiembre 20, 2006

Valija de corazón.

¡Mi corazón ha huido
lejano, vendaval,
invernadero, fugaz
y no derrama lágrimas
ni por mí ni por nadie!
Se hartó del frío asfalto y
de almacenar hielo en su venas.

Su pájaro de la guarda, dicen,
voló a cobrar, ahí nomás
el seguro del sin vida;
se apresuró a publicar
un obituario,
un currículum,
y un clasificado.

Tan tumoroso resultó
ser este corazón,
pero tan terremoto
resultó su latido,
que lo escucho, cada noche,
rebotar contra la luna,
y me baña el escalofrío.

"Lo tan blanco, tan seco,
tan tibio y tan frío,
ya lo eras" -me apuñaló
¡ay! la boca se me inunda
de puro moco y alquitrán
donde me paro a pensar,
al amargo ritmo de mi marcapaso,
si yo lo debiese acompañar.

viernes, septiembre 15, 2006

Absentia.

Llegará el día que muera
llegará el sol que desvista
esta visión tan esclava
llegarán los cuervos
que se transformarán en libélulas
llegará el conflicto y la pena,
llegará el dolor y la ausencia,
aunque llegará la paz y las respuestas

¡llegarán el auténtico escalofrío,
la piel de gallina,
llegará mi vestido de huesos!
llegará la víspera inconclusa,
el ayer como la vida,
el final del arco iris,
donde no habrá más olas,

ni orillas, ni mares,

ni nadie,

ni nada...


¿Llegará?

martes, septiembre 12, 2006

Relato de un sueño.

Me dolía tanto la cabeza. Ese enorme huevo violeta iba a a tardar en marcharse. El golpe había sido seco y con mis manos intenté parar el eco de mi conciencia que, a su vez, no paraba de resonar. Parecía haber algo en el suelo, una fruta bien redonda, creo que era una manzana: roja, brillante (y dura) como un sol en llamas. Aparentemente, algún Dios macabro, aburrido y solitario, tenía que divertirse con algún pobre diablo y decidió mandar su poco sutil Eva mensajera a noquarme en medio de la hierba, bajo el árbol de la inconsciencia.

¡Y tuve un sueño! Era algún lugar extraño, de noche o de día, sólo sé que olía a nublado. No había luz, pero no habían estrellas; no habían figuras pero sí habían sombras. Todo era una gran penumbra y yo no podía mirar directamente hacia arriba para decir si había algún Apolo vigilándome desde arriba, o no. Tal vez el problema era que, en realidad, no había cielo que mirar. Intenté avanzar unos pasos pero cada uno que daba, me llevaba para atrás, y por mis pies corría una especie de sensación de éxtasis, mis músculos eran tan livianos y no ensuciaban el suelo al caminar, de hecho, no parecían ni responder. Siempre me sorprendió el acto de caminar: debe ser que estamos tan acostumbrados que no nos damos cuenta lo infantil y agraciado que es el movimiento de subir y bajar las piernas, confiados de que siempre a algún lugar vamos a llegar, ¡pero imagínense si el mundo no se moviese bajo los pies! ¿qué hacer? Temer, los hombres somos así; cuando algo no sale como esperamos, simplemente tememos, lloramos, gritamos. Y sin embargo... cuando tenemos miedo, intentamos escapar (o tal vez los más bravos y valientes, no dudan en actuar) ¿pero como escapar si siempre estamos en el mismo lugar? ¿y si no hay lugar a donde ir?

Dije que habían sombras. Sombras de fuego bajo mis pies. No había luz pero sí borrosas y espectrales figuras que despertaban como de un letargo y se juntaban a bailar, alrededor de su fogata. En esa danza, que no parecía acompañar otra melodía sino la del silencio, las sombras se juntaban y se alejaban, bailaban y se fusionaban: pasaban de ser efímeras a ser enormes y titánicas. Lo más curioso es que parecían escuchar lo que pensaba desde mi solitaria contemplanza. Hasta creo que, sin saber hablar, me mimaban con sus movimientos, con esa coordinada felicidad que era su forma de hacer el amor.

Pero algo sucedió. No sé qué fue exactamente, no recuerdo el momento preciso pero todo cambió. Dicen que los sueños son así, en el instante sus historias son confusas, bizarras, pero comprensibles y verosímiles. Lamentablemente, al despertar, las escenas se empiezan a desgarrar. En ese preciso momento, con nuestra razón le intentamos dar una forma, un molde, un sentido, un motivo y un principio: una cohesión para archivarlos a nuestra realidad.

Por eso, no sé cómo empezó, pero el fuego empezó a crecer. Una hoguera de mil infiernos comenzó a rodear y, paradójicamente, a bailar alrededor de sus bailarines. Ya no había amor: había terror. Se movían tratado de escapar; otros directamente, saltaban al fuego anticipando su final, se retorcían en gritos huecos mientras eran consumidos, desapareciéndo en una luz que cada vez más me cegaba y me impedía mirar. Vi entonces a un grupo de aquellas sombras, ajenas pero cercanas a las otras, y que no habían sido aún acorraladas, aunque estaban inmóviles, paralizadas. Les pedí que los ayudaran, que los socorrieran -con mi conciencia-, que los rescataran; pero ya eran todos sordos: poco a poco se alejaron y huyeron hacia la oscuridad.

Había tantos gritos que no pude reconocer el momento en el que aquella figura se puso mi lado, a observar. Era borrosa, como todo alrededor, como yo. Lo miré un segundo. - ¿Quién es usted?, le pregunté.

- Si sólo pudiese ver las estrellas, pero ni cielo... –respondió con voz tranquila, ronca y pausada.

- Se están quemando, no puedo moverme, ¡vaya a ayudar, por el amor de Dios!

- ...Sí, es un horrible paisaje. – No parecía estar observando, más bien sufría lo que escuchaba, lo sentía; hubiese jurado que de, haber visto sus ojos, no habría encontrado mirada alguna.

- ¡Haga algo!

Pero todo estaba blanco, la luz no me dejó ver más, mis ojos me dolían y la cabeza me estallaba. Me desperté sólo para olvidar aquellos cinco minutos, cinco años, cincuenta siglos que había estado tirado. Y la manzana era lo único que tenía. Era roja, dura y, ahora, aplastada. Poco a poco no recordaba nada, poco a poco ya todo iba pasando, como agua bajo el puente, poco a poco ya no sabría nada, todo se habría ido. Probablemente, lo único que no olvidaría es que, aquella fruta, había caído de arriba.




martes, septiembre 05, 2006

¡Desvestila, desmentira!

Hay un mito sobre que las hojas derramadas
nunca podrán volver a volar;
de miradores en edénicos paisajes
que no son más que supermercados,
donde marcan ficha disecados arcángeles

De amor y paz, de cielos y de Dios:
las estrellas y la malcriada luna,
en su reiterativo rol de prostitutas,
a otro bastardo de las dudas,
insolentes, huyan a engatusar.

Las mañanas diferentes son las mismas
al negarte a ver la luz del día;
si te gustan las mentiras con vino y sandía,
todas las fiestas son secretamente
un sabroso cocktail de alcohol y agonía.

Si pincha la carreta de la fortuna,
en el camino ocre de la vida,
no te auxilies con la melancolía;
la desgracia no es más que una gitana,
excepto para el infeliz que la hace cuñada.

Y no es que el vagabundo sea austero
sino que hay un hoyo en la galera.
Y el caballero del traje de pigüino,
tiene en el armario escondido,
un disfraz de piel de gorila.



(como quien dice: que no te duerman con cuentos de hadas)

sábado, agosto 26, 2006

Inconclusa.

Esas tragedias de muñecas,
unas botellas de engaño
tan invisibles y tan huecas,
los caínes sin olvido,
reincidentes de condenas.

La muerte amarga que sabe
al veneno del beso del traidor,
la espuma de la mano de la boca
de la miseria, del desamparo
del terror de no poder naufragar.

Y la camisa de fuerza de hierro,
donde la locura vive a raya,
las costas para desembarcar
se vuelven más áridas y apáticas,
los sueños son mentiras
Que solo juegan a soñar...

La ilusa noche es un espejismo
habitante del capó de algún auto
de esos que vuelan, y saltan
pero sólo caen hacia el abismo.
Y los sueños son mentiras
Que solo juegan a soñar...

viernes, agosto 25, 2006

Eros.

Las muelas te taladran
de tanto fumar, de tanto embriagar
y necesitas pesticidas
contra los amores mercenarios,
¡Los días son cíclopes!,
y la comida de perro,
se te viene a la boca
tan seguida como
la palabra "entierro"...

Pero en una manzana roja,
con una plaza verde
insisten las estatuas
a canon de los pájaros
en que los extraños aprendan,
entre Giocondas y circos,
a hacer el amor con los pies,
buscar un corazón entre
los cascarones de nuez

Con los ojos del mar llegará
la polizona del viento
(que olvidará tus olvidos)
a revivir tu corazón de mendigo.
Y la muerte estará tan lejos
y tus gritos derrumbarán puertas y cielos
allí donde no hay fronteras
solo hay caminos,

Donde no hay horizontes,
nunca se pone el Dios Sol.
Y las playas son tan eternas...

jueves, agosto 17, 2006

En una playa sin mar...

Peces de ciudad (fragmento) - Joaquín Sabina

Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.

Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.

lunes, agosto 14, 2006

Rezo por vos.

El otro día me deshice en versos.

Un puñal que llegó a toda prisa,
invisible, olor a bueyes,
arrollador y fatalista.

¡Verdugo de alas!
¡quimera sin belerofontes!
un vacío con caída,
el sueño del más largo y
eterno de los silencios.
Una baraja de copas sin reinas
sin guerra fría, más que el hueco,
donde habita el alma misma.

Pero la lujuriosa navaja, espejo roto,
vino del más agraciado de todos los suicidas,
del más dichoso de los Adanes.
El enroque de Ronin y Señor.

Cuando las luces caen y la espina
pica en cada uno de los flancos,
cuando los pañuelos salen de los cajones,
cuando las manos practican agitarse,
solitarias, frívolas y alejadas.

Pero yo soy el amputador,
pero yo soy el traidor.
el Jesús y el Judás,
el asesino y el ahorcado,
el fuego y la arena,
el egoísta que solo escucha
su pensamiento y el del viento.

Y por otra parte, soy el que sueña.
¿Vale la pena soñar o sólo sirve
para terminar de ahogar,
cercenar y enemistar?
¿qué hacer cuando a la margarita
sólo le queda un pétalo,
desplumarla o intentar?


Lo mejor, para siempre:
tu perfecto enemigo
Yo, Judás.

jueves, agosto 03, 2006

Incógnita.

"¿Y quién buscaba entre los escombros de la propia vida, el sentido que se había llevado el viento, quién sufría lo aparentemente absurdo y vivía lo aparentemente loco y esperaba secretamente en el último caos errante revelación y proximidad a Dios?”

¿Y cuál es la necesidad de esa revelación, lobo estepario? ¿qué buscas en la verdad de Dios? Ese afán de respuesta, esa respuesta a tu afán. Ese soberbio sufrimiento que tanto disfrutas en la soledad de cada rincón de tu alma, esa nostalgia al pasado que nunca conociste y al futuro que nunca conocerás... ¿qué ojos serán capaces de darte acaso una mirada?

Cuando la música te tiña el corazón de seda, cuando algún estupefaciente te haga sentir que el suelo se descascara bajo tus pies, la pregunta será si en esa aparente paralización temporal, donde todo es tan instantáneo y eterno, donde todo es tan vano y total, donde el carpe diem no es un slogan de alguna mala publicidad: ¿no seguirás, acaso, preguntándote por la máscara que esconde la verdad, por quién la ha creado y por qué de tan cerca con la mentira y la fatalidad siempre ha de bailar?

Pero yo, el hombrecito de caídos hombros, te pregunto ¿buscas una canción para cantar o buscas algo por lo que merezca la pena bailar? Las dudas que impulsan mis manos al escribir, tal vez, no están tan preocupadas por la aventura del tesoro de la Verdad, del Amor, del Dinero... no sé si me interesa conocer la verdad, no sé si realmente siento bien amar, no sé si con un puñado de monedas de más he de alcanzar la felicidad, no sé si nada existe, no sé aún si pienso, no sé si no sé nada. No sé por qué vale la pena desangrarse... no sé para qué me sirve la revelación de Dios cuando aún no sé si me va a remendar.

viernes, julio 07, 2006

Adán y nada.

Y aquel bajo hombre,
rubicundo y de granos,
un alma de oruga, un cisne medio vivo
una confianza casi invisible
un camino que se borra al andar,
"¡Marinero!", le gimen
"¿marinero de aquellos barcos que se rasgan
quiebran, deshacen, fallecen
sobre la obtusa línea del horizonte?
¿sobre el inalcanzable remedio a los
primates que busca la verdad?"

Con una desdicha tan dicha,
¿dónde ir cuando todo es mentira?
¿dónde caminar cuando el suelo
son alfombras de Satanás?
¿dónde morir cuando el vientre de la tierra
es tan infanticida?
Y el aire nefasto que entra por las narices,
¡y el viento deshace con su huesuda mano
todo lo que palpa!
Pero el hombre se pregunta dónde ir cuando todo
todo, se compra menos la libertad,
¿dónde escapar cuando la Verdad sólo se dedica
a cercenar y educar, cuando todo lo que hay
de bello para encontrar, no se debe ni pensar?
Y cuando el paraíso, es solo un paisaje artifical,
cuando los libros nunca están hechos de arena,
cuando las serpientes de dos pies se dedican a incitar...
El hombrecito vive madrugadas de invierno,
las tormentas de fuego,
su sueños de papel higiénico.

Allí se asoman aquellos besos de la brisa de sal,
pequeños reflejos que dispara la aurora,
el sabor a los límites infinitos,
el horizonte que cada vez más lo invita a pasar,
el mar lo tienta, lo abraza,
el mar lo embebe y lo diluye:
el Aquiles que es más que inmortal,
ave de su propia libertad.

jueves, junio 29, 2006

Poemas tan rojos, tan verdes, tan buenos.

Una oreja rota, un papel deshecho, un albúm robado de los roperos.
Malditas sonrisas abandonas, derretidas, en el campo de mis despechos.

Esas antiguas madrugadas de amanecer envueltos,
enroscados en besos, desayunando el porvenir.
Eramos viejos corazones sangrantes de la luna sin velos,
palpitares, eternos, de cosquillas de dedos.
Inviernos fugaces con fogatas,
amor profundo, con diques de arena,
emociones llovidas, en cada momento.

Aquellos poemas tan rojos, tan verdes, tan buenos.

martes, junio 20, 2006

Danza de la tumba.

¿Alguna vez sentiste aquel frío de la noche,
ese erial de la boca, esa orfandad de la piel?
¿Alguna vez escuchaste el estruendo del silencio,
la verdad en las mentiras, el latigazo de los días,
la mudez del sístole, la agonía del viento?
¿Alguna vez palpaste los escombros de un alma,
esa aspereza del miedo, esa fuga del calor de tu cuerpo?
¿Alguna vez escudriñaste a través de los espejos
a otro menos que a un lazarillo ciego;
la palidez de las estrellas, las herraduras de las sirenas?

¿Alguna vez oliste el humo en la lavanda,
el odio en las miradas, ese nauseabundo color nada?
¿Alguna vez cataste el pan de la inevitabilidad y el olvido,
el trago largo de vivir como vivimos,
el sabor agridulce en cada victoria escondido?

jueves, junio 15, 2006

Popurrí

I'ts getting dark, to dark to see,
in a small and ravenous town
wishin' you were here.
Like a soul sliding down to die,
in the corner of this war...
a war without romance.
Hell borned tears in heaven;
Don't stop me now
when i'm knocking on heaven's door
trying to discover
a little something that makes me sweeter.

Now it's past last call for alcohol,
with my heart that got broken,
you have me on my knees, layla.
Please, feel some sympathy por this devil,
don't you let them trade you heroes for ghost's.

Just...come and hold my hand...

lunes, junio 12, 2006

Delirium morrons.

Morrones, pimentones. Por todas partes. Levantar la cabeza y encontrar hectáreas y hectáreas, campos hacinados de soberanos ajíes; tristes y húmedos como la madrugada, relucientes y encerados al mediodía, rojos y furiosos como el atardecer; de todos los tipos y tamaños, de todas las estaciones y de todos los lugares. Pareciese como si fuesen todos simétricos y al mismo tiempo tan distintos, tan hermanos pero tan primos, tan amigos pero tan enemigos...
Y sin embargo completamente juntos, tal vez porque no pueden huir, probablemente porque no tengan piernas e, inclusive, a causa de que ningún morrón le puede enseñar a su hijo morrón a caminar aunque las tuviese (ya que nunca tuvo un padre morrón que así lo hiciese). Por otra parte, ¿a dónde escapar? ¿acaso no es un gran mundo de morrones? ¿cómo escapar de un amigo, de un hermano, de uno mismo?

Imaginación. Tomemos el caso hipotético (y que me disculpen los hipotéticos por ser tan hipotético) de que estos supuestos morrones pudiesen pensar, no como piensa una modelo medio idiota de la televisión o como piensa un neurótico ejecutivo: simplemente reflexionar.
Sería interesante saber que reflexionarían, todos tirados ahí, sin saber que su propósito en esta vida es filetearlos y ponerlos a la plancha, o abrirlos a la mitad y tirarlos a la parrilla (hasta tal vez alguno pueda llegar a convertirse en elenco de ensalada o protagonista de algún bife a la riojana). Claro que ellos reflexionarían, libremente, dentro de su prisión de fraternidad morrónica, todos juntos, pero... ¿llegarían a saber lo que les espera?

jueves, junio 08, 2006

Ad infinitum.

No sé a quién decirle que nunca vi el amanecer,

que la niebla no puede deshacerse en mariposas

que la muerte se hamaca en la tierra que pisamos

como si los dinares de aquella arcaica mirada

fuesen solo restos del sol de algún verano malherido


Si sólo tuviese la valentía de perseguir un trueno,

si la espuma dentro de este pecho estuviese

cargada con el mismísimo fuego de prometeo…


No conocí en la infancia otro aire que el de enero,

y, tal vez, porque me cité en la adolescencia con

algunas bailarinas de Degas remendadas

o porque dedique varias barajas a malgastar

en callejones pantanosos,

lo poco de ruiseñor que me quedaba,

le perdí el rastro al consuelo, al aroma a la luna sin velos,

al humo blanco de las nubes con forma de corazones,

al adiós que amadrina un hasta pronto,

a la verdad en los itinerantes panaderos,

a la sonrisa de mi madre, a los abrazos de mi padre…


¿Acaso importa el pasado?

¿acaso el anhelo se marchita

como las rosas que siembran el cielo?


El ocaso es sólo una ilusión para los tontos,

opio para los suicidas, un escalofrío en la vida,

el ocaso anticipa la aurora, lejana y majestuosa.

Me robaré el fuego y el trueno, y la correré

sin llorar sentado, sobre las piedras que tropiezo.

la cazaré:


tropezando,

sangrado,

despedazado,


pero voy a buscarla, afuera, ad continuum…



Ad infinitum.

Muerde el sol

¿?

(testeando)