lunes, junio 12, 2006

Delirium morrons.

Morrones, pimentones. Por todas partes. Levantar la cabeza y encontrar hectáreas y hectáreas, campos hacinados de soberanos ajíes; tristes y húmedos como la madrugada, relucientes y encerados al mediodía, rojos y furiosos como el atardecer; de todos los tipos y tamaños, de todas las estaciones y de todos los lugares. Pareciese como si fuesen todos simétricos y al mismo tiempo tan distintos, tan hermanos pero tan primos, tan amigos pero tan enemigos...
Y sin embargo completamente juntos, tal vez porque no pueden huir, probablemente porque no tengan piernas e, inclusive, a causa de que ningún morrón le puede enseñar a su hijo morrón a caminar aunque las tuviese (ya que nunca tuvo un padre morrón que así lo hiciese). Por otra parte, ¿a dónde escapar? ¿acaso no es un gran mundo de morrones? ¿cómo escapar de un amigo, de un hermano, de uno mismo?

Imaginación. Tomemos el caso hipotético (y que me disculpen los hipotéticos por ser tan hipotético) de que estos supuestos morrones pudiesen pensar, no como piensa una modelo medio idiota de la televisión o como piensa un neurótico ejecutivo: simplemente reflexionar.
Sería interesante saber que reflexionarían, todos tirados ahí, sin saber que su propósito en esta vida es filetearlos y ponerlos a la plancha, o abrirlos a la mitad y tirarlos a la parrilla (hasta tal vez alguno pueda llegar a convertirse en elenco de ensalada o protagonista de algún bife a la riojana). Claro que ellos reflexionarían, libremente, dentro de su prisión de fraternidad morrónica, todos juntos, pero... ¿llegarían a saber lo que les espera?