"¿Y quién buscaba entre los escombros de la propia vida, el sentido que se había llevado el viento, quién sufría lo aparentemente absurdo y vivía lo aparentemente loco y esperaba secretamente en el último caos errante revelación y proximidad a Dios?”
¿Y cuál es la necesidad de esa revelación, lobo estepario? ¿qué buscas en la verdad de Dios? Ese afán de respuesta, esa respuesta a tu afán. Ese soberbio sufrimiento que tanto disfrutas en la soledad de cada rincón de tu alma, esa nostalgia al pasado que nunca conociste y al futuro que nunca conocerás... ¿qué ojos serán capaces de darte acaso una mirada?
Cuando la música te tiña el corazón de seda, cuando algún estupefaciente te haga sentir que el suelo se descascara bajo tus pies, la pregunta será si en esa aparente paralización temporal, donde todo es tan instantáneo y eterno, donde todo es tan vano y total, donde el carpe diem no es un slogan de alguna mala publicidad: ¿no seguirás, acaso, preguntándote por la máscara que esconde la verdad, por quién la ha creado y por qué de tan cerca con la mentira y la fatalidad siempre ha de bailar?
Pero yo, el hombrecito de caídos hombros, te pregunto ¿buscas una canción para cantar o buscas algo por lo que merezca la pena bailar? Las dudas que impulsan mis manos al escribir, tal vez, no están tan preocupadas por la aventura del tesoro de la Verdad, del Amor, del Dinero... no sé si me interesa conocer la verdad, no sé si realmente siento bien amar, no sé si con un puñado de monedas de más he de alcanzar la felicidad, no sé si nada existe, no sé aún si pienso, no sé si no sé nada. No sé por qué vale la pena desangrarse... no sé para qué me sirve la revelación de Dios cuando aún no sé si me va a remendar.