martes, julio 19, 2016

Segundos

"De lo que no se puede hablar,
hay que callar" L .Wittgenstein
Un segundo imponente
te necesito dormida,
un segundo
un segundo infinito
recordando
que la libertad solo existe 
si no puede ser nombrada
y el resto más que segundos,

siempre
son 
sólo

palabras.

miércoles, julio 06, 2016

La nada.

Una vez tuve que morir
y, sin existir el vasto firmamento,
terminé amparado
en el hondo,
profundo,
infierno.

Lejano a cualquier prefiguración o
fantasía ignífuga
de látigos,
cancerberos en celo,
llantos de sangre, en fin,
dolor
abrí mis ojos negros
-porque siempre que morimos,
morimos en cuerpo y pensamiento-
para contemplar el silencio:

No había nada.

Un largo horizonte se proyectaba
infinto terreno blanco
y un tono algo más gris
en el triste cielo.
Sin día ni noche, 
Nunca variaba el viento.
Tampoco se veía un sol
siquiera tenue
que diera la ilusión
de otros universos.

Era un blanco chato,
perverso,
que se proyectaba
por todos lados
excepto
en mi desnudez pálida,
por supuesto.

Presa del miedo, empecé a correr

Mis pies se movían lentamente
uno, tras otro,
pero no sentía el suelo.
No llegaba tampoco a ningún camino,
ningún puerto,
ningún punto de apoyo
que me hiciera creer
la existencia de un metro.


Me detuve
(¿me detuve?)
de pie frente al vacío,
me quise sentar
a llorar en secreto
pero no había nadie cerca
alguien
para darme consuelo.

Abrí mi garganta fuerte,
como el niño salido
del vientre materno,
y mi voz no existía,
ni recordaba ya
su sonido verdadero.
----------------------------------

Intenté sacudirme en fuga,
liberarme de ese siniestro conjuro
por años
-o segundos-
de lamento.
Pero seguía quieto.
Inmóvil.
Paralizado y atento.

Se había desvanecido
hasta la propia idea de la muerte,
la razón de toda incertidumbre
el por qué de todo esto.

Sin más decidí
- finalmente-
cerrar mis ojos primero,
mi boca,
mis manos y
arrebatar el silencio.

Respiré
e imaginé un nuevo mundo, uno
en permanente movimiento.
de eras distintas con otros como yo,
saliendo del misterio.

Sería difícil aprender a abrazarnos,
estando solos tanto y tan lejos,
reinventar la ternura olvidada
el calor de los cuerpos,
el azul perdido
en que volaban nuestros sueños o
la mirada afortunada
del amor sincero.

Pero tenía mucho tiempo.