¡Mi corazón ha huido
lejano, vendaval,
invernadero, fugaz
y no derrama lágrimas
ni por mí ni por nadie!
Se hartó del frío asfalto y
de almacenar hielo en su venas.
Su pájaro de la guarda, dicen,
voló a cobrar, ahí nomás
el seguro del sin vida;
se apresuró a publicar
un obituario,
un currículum,
y un clasificado.
Tan tumoroso resultó
ser este corazón,
pero tan terremoto
resultó su latido,
que lo escucho, cada noche,
rebotar contra la luna,
y me baña el escalofrío.
"Lo tan blanco, tan seco,
tan tibio y tan frío,
ya lo eras" -me apuñaló
¡ay! la boca se me inunda
de puro moco y alquitrán
donde me paro a pensar,
al amargo ritmo de mi marcapaso,
si yo lo debiese acompañar.