jueves, noviembre 23, 2006

Venus sinmigo (1).

Una duda enloquece...
en cada corazón.

La catársis de los puñales,
con los Romeos ideales,
resultó ser una satirización.
Ahora Julieta está desempleada
y a punto de caer por el balcón.

¡Botellas vacías lapidan,
entre suspiros de robot,
los tortolos plásticos, y
las rosadas margaritas
que nunca dicen que no!

¿Quién te dijo que existía el amor?
Raciones, gotas,
restos y sobras,
estribillos y estrellas,
que la televisión inventó.

sábado, noviembre 18, 2006

De desiertos sin praderas.

Una canción de mi tierra,
sobre el polvo de sus rostros,
naufragos de descascaradas dunas.
Son una melodía, en un bosque de piedra,
a los que el tiempo se acordó de borrar.
No hay más que oscuridad,
en el ojo izquierdo de la mirada,
una perdida reencarnación,
que vaga sin valor ajeno,
y que de a poco pierde todo su valor.

A veces, el fuego se anima a encenderse,
pero no debe pudrirse
en la promesa de un cielo,
no debe alimentarse del futuro,
que siempre estará embarazado del pasado.
Nuestra avaricia es tan ciega,
no nos damos cuenta,
al beber nuestra propia carne,
al derramar nuestra propia sangre.

sábado, noviembre 11, 2006

Chomolungma.

Había una montaña infinita frente a mis ojos.
Estaban las nieves que trepaban buscando consuelo,
como yo, en los cielos,
cerca, pájaros que soñaban volar tan lejos y tan alto,
pálidas nubes, y la escarcha del viento,
un hombre rengueaba hacia la punta del destierro.

Él estaba amordazado de angustia y caminaba por aquella montaña
leyendo epitafios en la nieve. Donde se abandonan los amores,
el Oblitterator reina, corrige y manda.

Arriba, conoció a un niño puro perdido en medio de un tan espantoso silencio, que no conocía ni su nombre. Lloraba por las heridas espantosas revoluciones, trompetas difuntas y muchachas desenamoradas. Los naufragos morían sin saber siquiera si alguien algún día los encontraría en cualquier lugar...

La primavera no se atreve a poner un pie en el Chomolungma, y las almas de los parias están desnudas en la inmensidad de la nada, se arrepienten los ojos de sus miradas. Los espectros devoran fantasmas. Lágrimas de hielo, latidos sin calor, cuerpos inmóviles; estalagmitas que flagelan en el mundo sin melodía ni sol.

Y cuando pensó que estaba a punto de salir, se encontró, en el hielo reflejado... él y yo,

pero ya éramos nadie.