Resuenan las pisadas
de una deseada revolución:
impiadosos los fantasmas
los que la atrincheran
y la persiguen, mas
en bandejas azules, verdes y doradas,
navegan las fuerzas
de la violencia del leviatán.
Mecanizadas fauces,
al aire, al niño, al hombre,
no aguardan a devorar.
El sol anochece, la luna amanece,
un viento encrudece el alma
de lo que se mantienen de pie,
y las balas dejan anillos
se aferran suspiros rojos,
y los disparos vuelven como un imán.
Las mujeres de hielo quiebran
sus ojos,
el dolor no le abre la puerta
a la piedad,
la muerte huele muerte,
y su baba escarlata
sobre la tierra chorrea.
Los lagos crecen oscuros,
infinitos, eternos y sin regreso,
los parias naufragan,
sin saber qué quedó atrás.
Todo ya concluye,
silenciosas campanadas
dibujan la coda fatal.
Y una y otra vez,
y una y otra vez,
y una y otra vez,
todo vuelve a empezar.