jueves, junio 29, 2006

Poemas tan rojos, tan verdes, tan buenos.

Una oreja rota, un papel deshecho, un albúm robado de los roperos.
Malditas sonrisas abandonas, derretidas, en el campo de mis despechos.

Esas antiguas madrugadas de amanecer envueltos,
enroscados en besos, desayunando el porvenir.
Eramos viejos corazones sangrantes de la luna sin velos,
palpitares, eternos, de cosquillas de dedos.
Inviernos fugaces con fogatas,
amor profundo, con diques de arena,
emociones llovidas, en cada momento.

Aquellos poemas tan rojos, tan verdes, tan buenos.