Estaba una,
el otro
y ese juego de los dos.
Mil delfines blancos
se escapaban, un ondeo tornasol
Sentada en el fondo la arritmia
y el pulso incierto del ahorcado
la danza, el deseo, la vendimia
Estaba él,
la otra,
y ese fuego de los dos
que entre sinceras bocanadas
revencaban al tiempo
se aferraban del techo
y olvidaban el gris adiós
los olores, el sexo, el alcohol
estaban dos
la eternidad recortada
y una bala en el cañón.