viernes, septiembre 21, 2007
Trenzas.
que no me va a alcanzar.
Que me chifle el silencio,
que no me va a callar.
Y las tristes tribulaciones
de esos tres tigres
no tronarán mi cabeza
ni beberán de mi lágrimas,
aunque a veces dijera
que vivo de ellas para vivir.
Repetiré si tengo que repetir,
hasta nunca mi lengua cantará;
sin flores, un frío de compañía
al que adorne coronas
en la cabeza del quevendrá.
¡Remontan a la luna
las gaviotas de mi locura!
Trenzadas las sonrisas
la luz blanca en la deriva,
mis versos son cenizas
y que del fuego se rescriban
en el suelo, otra vez y una.
No fue nada la ternura,
que no haya escuchado.
No fue nada el firmamento,
que no vaya a alcanzar.
Aunque hablo de algo raro
(embriagado de lo abstracto,
efímero como lo eterno,
eterno como lo perfecto)
contar puedo una cosa
-y que la parca tome nota-
es impiadosa mi sangre en
los estribos del horizonte;
la veo desde el monte
a la sombra de mis días,
y dos puntos lo siguiente:
que no espere la agonía,
que me trate de alcanzar.
lunes, septiembre 17, 2007
Hasta mañana.
fui las flores hacia el invierno,
fui la gota de los niños hambrientos,
fui las playas de hielo,
los mares áridos,
el sofocar del viento,
fui la ausencia, el fuego, la sombra,
fui el recuerdo de una realidad real,
fui la incertidumbre del cielo,
fui la enfermedad de un mal.
Fui el verbo del muerto,
fui grises y verdes siniestros
fui en fricción mariposa y
fui cenizas, y volaba lejos.
Soy una pregunta informulable,
atrapada en la arena del destierro.
Soy una salida desapercibida,
soy la espera en la esperanza,
soy como reír en los entierros,
soy mil daños con navajas de espejo
y una batalla perdida conta el miedo.
Soy la luna que se pierde en la frontera
esa que nos escapa y de mi cara se avergüenza,
Soy una conclusión sin mucha luz, o elquevendrá
más que la venganza.
Soy el violento camino. Soy la vida. Soy hoy.
Y seré, hasta mañana.
domingo, septiembre 09, 2007
Símbolos.
Sobrevivo largas oraciones a la espera de una frase, cada noche, cada vez que me siento a garabatear cualquier palabra. Compensando la estupidez, la soledad, la melancolía que me ata con fuego al piso, me escapo como un roedor hacia lo que pierde la forma, que no tiene caras, donde la vergüenza natural desaparece, y mi visión desaparece, hacia un punto de fuga que escudriña, con sus rasguños, el papel. Mi mano se impulsa de algo a mi alrededor (será el aire ¿o la disconformidad?), y sonámbula va estirando las letras. Las delinea, las viste de un color azul oscuro, profundo e inmemorial, y poco a poco se unen... se unen como si el único sentido que realmente tuviesen fuese ese: estar juntas.
Creo que en el fondo es así. Hay un destino oculto tras de ellas, algo más fuerte que el oro, la pasión o lo que fuese. Están juntas. Y si no, no son nada. ¿Qué significa una simple mancha injustificada? Ellas son sabias, tal vez demasiado. Pujan por salir, todo el tiempo... no les preocupa a dónde viajar, dónde terminar, de mano de quién andarán; no está aquella diferencia mundana entre lo real y lo verdaderamente falso. Me parece que saben que, al fin y al cabo, no importa: no distinguen lo auténtico ni esa absurda especulación. No tienen ese temor, ni esa terquedad, ni esa vanidad y aceptan que son simplemente sombras, saben que su mensaje es lo único que importa, que de lo único que son dueñas es de ellas mismas pero que aún así se perderán. Siempre llega la conclusión aunque no pueden ver dónde va a terminar: será una coma, un punto final, dos puntos o una historia por empezar. Tampoco pueden ver cuál será su rol en todo esto. Su vida es corta, su silencio muy próximo, su voz efímera, su consciencia casi inofensiva. Y aún así, creo que saben lo trascendental que juntas van a contar. Repito: no importa si es verdad, ficción, mentira o realidad.
El problema es ponerse a buscar demasiado, porque además de todo, ellas son evidentes, no guardan secretos. En cambio, uno siempre remueve demasiado, no sabe dónde parar; se ofusca y el reflejo le da a uno cada día una sonrisa distinta. Uno sabe que es el deseo, el palpitante deseo que nunca se acomoda del todo, y nos pica y nos hace dudar, desconfiar. Alerta. Uno lucha por escapar: no acepta nunca, o da treguas que pueden escribirse con letras de sal. Contra la marea, la fiebre en la terquedad, la infinita necesidad de no sentirse concluido, uno se apresura a vivir del cambio, la aceleración que -al fin y al cabo- nos transforma, nos desfigura, y nos hace olvidar cuál era nuestro mensaje. Tal vez era eso lo único que quería encontrar. Y punto final.