martes, mayo 17, 2011

Remache.

Habiendo efectuado, conforme al calendario, ese tiempo glorioso de penas y vientos, se derrama en la alfombra de este teatro, nuevamente, un cantaro incierto.
Ordenóse así cada diez metros, en eterno apilamiento, una pluma cerrada y un verbo correcto. Y ahí, impaciente y en el justo medio, se apareció el tipo del traje que vino, dejó -y hasta casi se lleva- un sobre, un sobre abierto: "Quien entre en impaciencia y se atreva a narrar, no será nunca parte de la verdad".
Les decimos entonces que se refugien, a lo dioses del habla, porque no hay tripa cortada, decían las viejas, que por bien no venga; ni molleja asada que sepa mejor, agrega el atizador.
Que se rajen los audaces, perros mentirosos, porque acá no hay metro, ni morbo ni esa pura razón.
Pero sobre todo, que se sacundan los días, que ya a empezado, y sólo rimo con tranvía, aunque llore en prosa la poesía.